jueves, 20 de diciembre de 2018
Ideologías: Monarquía Constitucional o Monarquía Parlamentaria...
Ideologías: Monarquía Constitucional o Monarquía Parlamentaria...: Conviene precisar bien los conceptos en ciencia política. En ocasiones se usan, indistintamente, para designar lo mismo estas dos formas de ...
lunes, 19 de enero de 2015
LA
REVOLUCIÓN VERDE, CARIDAD O IMPERIALISMO.
La selección de semillas
comenzó hace miles de años, selección para obtener un crecimiento más rápido,
semillas más grandes o frutos con mayor sabor.
A Mendel, el padre de la genética, lo podemos
considerar un fitomejorador. Sus conocimientos fueron aplicados a las técnicas
de autopolinización y a la polinización de las plantas, mejorando las especies,
mediante la selección genética.
Sin embargo, lo que hoy
conocemos como Revolución Verde (Aplicación de la Ingeniería genética en la
agricultura y en la ganadería) será impulsada por Norman Borlaug desde la
fundación Rockefeller (Años 1940-1970). La esencia de la Revolución Verde son
las variedades de altos rendimientos, las semillas VAR, para N. Borlaug era una
forma de aumentar la producción, permitiendo a los países del Tercer Mundo
alcanzar la autosuficiencia en la producción agrícola.
El primer país que utiliza
en sus explotaciones semillas VAR es México, semillas de trigo que mostraron
una adaptación a cualquier tipo de clima, altitud y época de siembra con unos
resultados excepcionales. Todo ello abrió un futuro al abastecimiento mundial
de alimentos y materias primas.
Entonces, ¿cuál es el
problema real de los cultivos transgénicos?. Las investigaciones actuales son
insuficientes y los datos que encontramos son muy contradictorios. Sin embargo,
en líneas generales estas variedades de semillas a largo plazo necesitan mayor
cantidad de fertilizantes y plaguicidas, lo que modifica considerablemente la
flora y la fauna.
Las modificaciones genéticas,
tanto en plantas como en animales, causan problemas en la salud: aumentan los
tóxicos como el caulimovirus en los organismos, las alergias y nos hacen
resistentes a los antibióticos.
No me considero una
ecologista acérrima, pero si una persona preocupada por el medio ambiente y por
el legado natural que dejaremos a nuestros hijos. Si usted visita las Web de
Greenpeace, en ella aparece un listado de productos y marcas que utilizan
alimentos transgénicos, observará que en su mayoría son productos consumidos
por nuestros hijos y no por nosotros. ¡Y no tenemos claras las consecuencias de
estos productos!
A todo ello hay que añadir
que los productos transgénicos necesitan grandes capitales para su producción,
inversión que no pueden realizar los pequeños productores de países
subdesarrollados. Estos cultivos quedan en manos de multinacionales que actúan
en E.E.U.U., América del Sur y China. Multinacionales que abogan por una
globalización de la economía, generando un abuso del monocultivo y una pérdida
de la biodiversidad.
Todo ello nos lleva a pensar
si es positiva esa globalización económica no sólo desde el punto de vista
medioambiental, sino también desde el punto de vista económico. ¿No supone una
pérdida de soberanía económica, generando una nueva forma de imperialismo dirigido
por las multinacionales?
martes, 17 de junio de 2014
El estado y la felicidad
del ciudadano.
Podría parecer extraño que la política se tuviera que
ocupar de la felicidad del individuo, pues la mayoría de las teorías
señalan que el alcance de la felicidad está en uno mismo.
Para James y Stuart Mill la máxima Felicidad posible
es la del mayor número de personas. La felicidad no depende solo de
las actitudes del hombre, sino que depende también de condiciones y
circunstancias objetivas, por ejemplo las decisiones políticas
afectan a nuestro bienestar. Es por tanto un concepto que no solo
pertenece al hombre en su singularidad, sino al hombre en cuanto
miembro de una comunidad, de un mundo social.
La idea moderna de felicidad como derecho del individuo,
surge en la Ilustración de la mano de filósofos como Voltaire y
Rousseau, que afirmaban que felicidad no es un capricho del destino,
ni un don divino, sino algo que todos deberíamos alcanzar en la
tierra. "El ser humano tiene derecho a ser feliz y es misión
del gobernante conseguirlo": Es tanta la importancia que se le
da a este concepto que dos textos fundamentales, la Declaración de
Independencia de Estados Unidos (1776) y la Declaración de los
Derechos del Hombre (Francia, 1789), establecen el derecho a "la
felicidad de todos".
El estado debe contribuir a nuestra felicidad, pero en
qué y cómo. La felicidad respecto al estado debe estar constituida
por los elementos idénticos que la felicidad individual, señalaba
Aristóteles. ¿Pero qué constituye la felicidad individual?
Revisando los distintos autores podríamos dividir el concepto de
felicidad en dos corrientes, los que consideran la felicidad como la
satisfacción de los placeres y aquellos que consideraban la
felicidad como el logro de los placeres, la virtud y la sabiduría.
Sin olvidar que para Kant y Hegel, la felicidad es un estado
inalcanzable pues supone un ideal donde todo resulta conforme a
nuestro deseo y voluntad.
Si tengo que quedarme con alguna definición de la
felicidad escogería la de Aristóteles, “todo hombre para ser
feliz debe poseer tres especies de bienes: externos, del cuerpo y del
alma”. En esto debe contribuir el estado, en la satisfacción de
nuestras necesidades (salud, trabajo, vivienda…). ¡Todo esto está
muy bien!, tendríamos los bienes externos y del cuerpo y podríamos
fácilmente llegar a un gobierno benefactor donde al individuo se le
facilitará todo lo necesario. Sin embargo, olvidaríamos los bienes
del alma, la adquisición del saber, la felicidad que llega con la
perfección y la superación personal. Bienes que se consiguen con
las trabas de la vida y la FORMACIÓN.
Sobra decir en qué debe contribuir el buen gobernante,
pero cómo, pues como diría Spinoza dejando a un lado su estado
natural y primitivo, en el cual se mira y se obedece sólo a uno
mismo. Concretándose en el estado civil donde el individuo se
preocupa de la comunidad y todo se realiza con consenso.
María José Sánchez Rey.
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